viernes, 11 de febrero de 2011

Tiempo después de haber escrito la entrada anterior, escribí esto. NO VALE HACER TRAMPA. PARA LEER ESTA ENTRADA HAY QUE LEER LA ANTERIOR. Si no no vale...

EN SERIO, NO INSISTAS, ANDÁ A LA ENTRADA QUE TIENE UNA FOTO CON UN NUMERITO, Y EMPEZÁ A LEER DESDE AHÍ.
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Qué dificil...

Esto vendría a ser como una segunda parte de las buenas noticias. Es la parte en donde la emoción desciende, donde los nervios se calman, y donde uno ingresa en un universo más pragmático en el que debe -y quiere- solucionar cosas prácticas.

Empezó el año y empezó la búsqueda de las casas. Casi simultáneamente con la alegría del inicio, llegó la primer mala noticia: el préstamo es chico. Casi no se consiguen casas por ese precio. No nos llegamos a intranquilizar demasiado, porque teníamos casi la certeza de que podríamos comprar la casa en la que actualmente vivimos.

Resulta que la cal y la arena se entercan en venir juntas más de lo que uno sospecharía: un par de días después de empezar a averiguar precios y descubrir que eran pocas las chances, la dueña de nuestra casita nos comunicó que había decidido no vendérnosla. Motivos familiares, cariño por la casa, y un reciente matrimonio con un señor con mucho dinero la llevaron a definir que quería seguir siendo la dueña de este pedacito de tierra. Nos entristecimos mucho porque en verdad queríamos comprar la casa, pero luego de un primer momento elegimos pensar que la casa es linda pero chiquita, y que quizás nos estábamos enfrentando a la posibilidad de conseguir algo mejor.

Esa positividad empezó a desvanecerse a medida que empecé a visitar posibles casas. No me alcanza el léxico para describir el estado en el que ví todo lo que ví. Y al margen de situaciones extremas, comenzaron a pesar las sutilezas: la dimensión de las habitaciones, la cantidad de habitaciones, el tamaño del terreno, los papeles al día; visualizarnos viviendo al menos veinticinco años en casas que nos asfixiaban a los veinticinco minutos.

Comenzamos a hacer concesiones: empezamos a mirar otros barrios, a ver casas con menos habitaciones, menos terreno, apartamentos... y cada vez nos íbamos alejando más de lo que realmente queríamos.

Y resultó que, como muchas veces pasa, casi como un cliché que se burlaba de nosotros, la suerte estaba esperando a la vuelta de la esquina. Justo a la vuelta de la esquina, donde está situada La Casa.

Un día Leticia me comenta: "che, hay una casa a la venta acá a la vuelta". "¿te pareció linda?" "sí, me encantó". "ta, debe ser carísima". Convengamos: vivimos en Malvín, en el límite entre Malvín y Malvín Norte. Ya lo dijo el Murphy este, el de las leyes: "las casas que te gusten en Malvín son demasiado caras para vos, Andrés Alba Petingi." Juro que lo dijo. Y así se lo manifesté a Leticia, quien me miró de costado y me dijo la máxima principal de los buscadores de casas: "con preguntar no perdemos nada".

"Pierdo tiempo" pensé yo, pero como no creo que el tiempo sea algo que pueda poseerse me dí cuenta que tampoco puede perderse. Y me decidí a dejar de pensar bolazos e ir a ver.

Y resultó que Murphy era un mentiroso.

Porque a la vuelta de mi casa hay una casa que tiene que ser mi casa. Tres cuartos, un living, cocina, baño, un comedor, un galponcito y un parrillerito, mucho terreno al frente, al fondo y a los costados. Un terreno en el que si quisiera, dentro de unos años, podría construir más casa, para tener más familia y vivir más cómodos. Y acá nomás: en el mismo barrio, en la misma escuela, en el mismo liceo, a los mismos pasos de la parada, del almacén y de la familia que le queda a Leti y a las nenas.

Fuimos todos: Leti, las nenas y yo. Llovía, y después dejó de llover. Y todo era lindo. No era perfecto, no tenía lujos, pero era exactamente lo que estábamos buscando. Era un hogar.

Ahí empieza la comunicación con la dueña: son tres hermanos, su madre falleció, quieren vender la casa y repartirse el dinero. Nuestro préstamo permite que compremos casas de un valor determinado. Le comentamos eso y nos responde que fenómeno, que ella tiene ganas de vendernos la casa. Vuelco al corazón. Pero ahí nos dice que la casa sale bastante más cara de lo que poseemos: vuelco al corazón, pero pal' otro lado.

Negociamos. Intentamos negociar. Ella habló con sus hermanos, empezamos a ver posibilidades de financiación. Los nervios vuelven, se desatan, nos hacen la espera insoportable. Ofertas, contraofertas, y el veredicto final: no bajan de precio.

Cuentas. Hacemos cuentas. Miles de cuentas. Ellos nos facilitan el asunto: nos ofrecen una financiación. Es poco. Pero es un montón. Y es imposible para nuestro presupuesto.

Y ahí estaba, el muy jodido de Murphy, señalándome con el dedo y diciendo "jaja". Porque de pronto, nos encontramos diciéndole chau a la oportunidad más linda de todas.

Entonces empecé a quebrarme la cabeza. Sacamos cuentas. Inventamos negocios en el aire. Traduje el dinero faltante en cantidad de alumnos particulares, y descubrí que el tiempo es una entidad mafiosa y conspiradora que lo quiere joder a uno durando tan poco.

Habrá que seguir buscando...
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Resulta que los dueños de la casa se comunicaron un día con nosotros y nos plantearon que estaban dispuestos a bajarle el precio a la casa, ajustándolo al precio máximo del préstamo.

Qué momento.

A partir de ahí, previa explosión de alegría de nuestra parte, tuvimos una reunión con nuestra escribana (si hubiera un dios tendría que regalarle el cielo entero). En esa reunión ella se encargó de ennumerar todas y cada una de las cosas que podrían salir mal. De todo lo que nos dijo, las tres cosas más preocupantes eran estas:

- Que la tasación no diera con el precio que habíamos acordado
- Que los dueños no quisieran firmar un boleto de reserva
- Que los papeles de la casa no estuvieran al día y por ende la misma no se pudiera vender.

Y ¿adivinen qué? Ya pasamos por esos obstáculos, y muchos otros que ni siquiera imaginábamos que podían existir. En este momento todos los papeles están en el Ministerio, y estamos esperando el llamado que nos dirá "la casa está apta para la venta", y marcará una fecha para comprar nuestra casa. Estamos ahí, cerquita, arañando.

Y como no podía ser de otra manera, ¡obstáculo!!

Hay que poner cinco mil dólares en el momento de la compra.

Y no los tenemos.

Y no tengo ni idea de dónde los vamos a sacar.

Mientras pienso entiendo esto: si consigo el dinero estoy en condiciones de comprar la casa. Punto. No hay vueltas. Entonces tengo que averiguar préstamos. Imposible: no califico, no puedo pagar las cuotas. Descubro que lo mejor que me puede pasar es conseguir un prestamista al que no le incomode entregar cinco mil dólares y recibir un pago mensual sin intereses de muy poquito dinero, que es lo que puedo pagar por ese concepto, por los siglos de los siglos amén, hasta que termine de pagarlo. Y repasando en la cabeza, me doy cuenta que no conozco a nadie que cumpla con esos requisitos.

Por ese motivo publico esto en este blog. Todo potencial lector puede hacer actividades variadas, y quizás alguno de ustedes conozca personas que cuenten con ese dinero y estén dispuestas a prestarlo, aceptando que la devolución sea de esa forma, en escala hormiga. Sé que es muy dificil, tengo el principio de realidad súper presente, pero entiendo también que hay realidades que ignoro y que a veces, por no preguntar, uno pierde oportunidades únicas. Entonces vuelvo a la máxima de los buscadores de casas: no se pierde nada preguntando. Ni siquiera tiempo.

Si alguno de ustedes conoce a alguien de esas características, avísenme. Soy confiable. Desde el principio estoy diciendo una verdad: lo que puedo pagar. Así que es cuestión de extender la red de vínculos, y ver qué sale al recogerla.

Infinitas gracias a todos por haberse tomado la molestia de leer esto. Para mí ya vale un montonazo saberlos del otro lado, y desde ya pido disculpas por cualquier incomodidad -o aburrimiento- que pueda generar. Pero al margen de todo esto, es lindo, lindísimo, poder compartir con los demás la vida de uno mismo...


Dedico esta entrada al periplo que vivimos en torno a la compra de nuestra casita. El texto lo escribí el día que ganamos el préstamo para la compra de Vivienda usada del MVOTMA. Otro, que escribí cuando encontramos la casa que queremos comprar -y nos dimos cuenta que no podíamos pagarla- vendrá en una próxima entrada. Como en toda película berreta, LA BUENA NOTICIA ESTÁ AL FINAL, PERO HAY QUE LEER TODO PARA LLEGAR A ELLA...
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Pfff...

Es muy dificil que yo me quede sin palabras. Hoy estoy lleno de palabras pero no creo que ninguna sea la indicada. Pero si no uso las palabras la emoción se me va a salir por los poros, o por las lágrimas y mocos que todavía salen de mi cara. En fin, ahí va.

El día empezó bien. Siempre me gustó que lloviera, y hoy diluviaba. A las dos de la tarde salí del laburo y a las tres empezaba el sorteo. Ni tiempo para ponerse nervioso. Mejor. Pasé por una confitería para comprarme una empanada, y el tipo me recibió con la buena noticia de que justo hoy, después de meses de no hacer, habían hecho empanadas caprese, mis favoritas. Salí chocho y cuando llegué a la parada el bondi llegó junto conmigo, no tuve ni que esperarlo. Me senté, saqué un librazo que estoy leyendo, y en ese momento sospeché. Todo iba demasiado bien. Las cosas iban a mi favor.

Por deformación profesional no creo en la suerte ni en el azar ni en las señales ni en ninguna de esas cosas; pienso que las casualidades existen y son maravillosas justamente porque son casuales. Pero cuando todo sale bien, sospecho que todo va a salir mal. No puedo evitarlo. Y pensé "mierda, hoy no sale".

Llegué a la IMM con veinte minutos de adelanto. Me senté en el salón azul que se empezaba a llenar de gente, y para aguantar el cagazo inmundo que sentía, me puse a leer el libro, sin entender muy bien lo que decía. Leti no había podido zafar del laburo, por lo que estaba solo en el asunto. Mi vieja se había ofrecido a acompañarme y María Lucía también, pero yo quise padecer solo la agonía de la espera. Gonzalo llegó de imprevisto, y junto con él Erlich, el ministro de Turismo y otro tipo más. Mensaje de María Lucía, mi respuesta: maten a Erlich. Hablaba y hablaba, y yo lo único que entendía es que eran tres y media y todavía no había habido sorteo alguno.

No imaginaba la tortura a la que estaba a punto de someterme: luego de que hablaron los tres, anunciaron que iban a poner adentro de una pecera UNO POR UNO los 860 simpáticos llaveritos del MVOTMA, los cuales contenían cada uno el número de sorteo asignado a cada familia. De esos 860 sólo se sortearían 150.

Empieza el conteo. Uno por uno leyeron los números y nombres correspondientes a cada uno de los 860 llaveritos. Algunos errores en el medio, gente que preguntaba si ya la habían nombrado, uruguayos que seguían llegando tarde. Gonzalo que me abandona. Me quedo solo. Me hago pichí. Quiero asegurarme que mi número esté, pero me hago pichí. Cuando llegan al 35621, leen "Andrés Alba PetinGUI". "Apellidos de mierda", pienso yo; como siempre pronunciaron mal el segundo y se pensaron que el primero era mi segundo nombre. Mientras corro al baño para no mearme arriba, pienso que si creyera en las señales, esa hubiera sido considerada por mí una buena señal.

Vuelvo. Siguen. Pasan las horas. Miro a mi alrededor, desistiendo del libro. Veo a un montón de gente. En sus caras, las mismas ilusiones, las mismas esperanzas, los mismos miedos. "Todos se lo merecen", pienso. Pero quiero ganarlo yo.

Puteo porque la gente lleva a los bebés a esas situaciones. Más o menos sesenta niños que se ponen a llorar al mismo tiempo. Cuando estoy a punto de cometer infanticidio llega Leti. Alegría inmensa. Ya no estoy solo.

A las 17:30 empieza por fin el putísimo sorteo. Mi estado ya era indescriptible. No podía pensar claramente en nada. Leticia me apretaba la mano. Empiezan los números. Uno, dos, tres, diez, veinte, treinta. Nada. Cada número es como un palo en el culo. 35690: estuvo cerca. Diez números más. 35916: mucho más cerca. La reputísima madre que los parió a todos, de verdad quiero esto, lo necesito, me lo merezco. La gente que gana festeja, los aplaudimos, la alegría por el otro es sincera, me emociono de verdad al ver a la gente ganar, porque los entiendo, y porque en el fondo sigo deseando que nos digan "es una joda, ganaron todos".

Pienso millones de cosas. Pienso en mi suegra, en Leti, en cómo la muerte nos dió esta vida, en los cuatro laburos que tengo, en la fuerza que tiene la mujer que me aprieta la mano y a la que amo de forma inabarcable. Pienso en esas maravillosas niñas que la vida transformó en nuestras hijas. Me desbordo. Avisan que ya pasaron los 100 números. La mano de Leti se afloja, y yo me cago. Me cago de verdad, porque ni siquiera preveo la posibilidad de irme de ahí con las manos vacías. Pienso en cómo nos costó conseguir la plata y los papeles para inscribirnos en el sorteo, en cómo festejamos cuando nos dieron nuestro número de familia: 35621. Qué lindo número. ¿Por qué mierda no lo nombran?

Una pareja adelante nuestro gana, y las cámaras van como zánganos hacia ellos, pisándome. Ni me entero.

Miro a Leti, Leti me mira.

35621.

Lo dijo. ¡Lo dijo! Mierda, ¿lo dijo? Abrazos, lloro, no puedo más. Me enchufan un micrófono en la cara, miro, no entiendo, ¿qué? ¿qué me estás preguntando? "Nos emocionaron a todos. ¿qué sienten?". No sé. Es inmenso. Esto es inmenso. La miro y la periodista, joven, de nuestra edad, llora. ¡Le salen los lagrimones! La gente aplaude. Entiendo que la gente entiende lo que esto significa. Que la periodista de verdad intuye que esto, para nosotros, es inmenso.

De ahí llantos, abrazos, llamados, "no puedo hablar, mamá". Todo termina y entramos de nuevo a preguntar, con vergüenza; nos da miedo habernos equivocado y que todo sea mentira.

Bajamos, Leti se iba para casa, yo tenía reunión en Juventud, no iba a ir pero fui porque había que compartir esto increíble que me había pasado, y ante todo, porque había que seguir laburando.

Ahora me entero que salimos en la tele. Me entero porque me llaman y me mensajean. Y la gente llora. Mil gracias por los llamados y mensajes. Estoy acá, feliz y desbordado, y ahora sí, me quedé sin palabras.

Abrazos a todos,

Andrés.-

(La foto es la de nuestro número de familia. Sacamos la foto cuando volvimos a entrar a preguntar si no nos habíamos equivocado, si de verdad habíamos ganado. La mano de la izquierda es mía, la de la derecha es la de Leti.)
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Publico esto con la buena noticia al final: conseguimos una casa. Los detalles de cómo la conseguimos vendrán en una próxima entrada, porque como siempre, no fue facil. Pero la conseguimos.

En el próximo mes nos van a comunicar del Ministerio la fecha de compra de la casa. Y en el momento de la compra tendremos que pagar cinco mil dólares. Que no tenemos.

Un poco por eso creo este Blog. Quizás alguien que lea nuestra historia cuente con ese dinero y pueda ayudarnos desinteresadamente. Yo devuelvo. Peso a peso. Pero necesito a alguien -o álguienes- que preste.

Gracias a todos por leer...